domingo, 21 de abril de 2013

SÍ, MAÍNA


En estos días se ha puesto en el tapete el tema de las empleadas domésticas y sus reclamos de un sueldo mínimo adecuado.
Gente a favor, gente en contra y un sinnúmero de justificaciones, muchas, tomadas de los pelos.
Al llegar al Paraguay, unos 30 años atrás, me llamó poderosamente la atención la cantidad de criadas y criados (criaditas y criaditos) que había en las casas de gente no siempre de gran fortuna. Me explicaron la institución del “criadazgo” o “madrinazgo” imperante. En algunas casas (y algunos casos), era encomiable lo que hacían. En otras (y otros), aberrante.
Con el devenir de los tiempos y la costumbre, me fui habituando a algo que era propio de la idiosincrasia local. Bueno, intenté habituarme. No lo logré del todo. Siempre vi en la institución algo muy parecido a la esclavitud o servidumbre implantada por los españoles y los jesuitas. No es justo ni digno que una persona trabaje por techo, comida y ropa. Excluyo a la educación porque, si bien era también una condición a brindar, en los casos en que se brindaba no superaba los elementales seis años de una primaria tan pobre como la de los criaditos que la recibían.
Como complemento de la historia, que mucha gente tapa como al sol con el dedo, muchas de las criaditas fueron usadas sexualmente por el señor de la casa o como iniciadora del niño de la casa, cuando no, también, de los amigos de éste. Conozco muchos relatos festejados en múltiples fiestas familiares de familias de muy alto poder económico que cambiaban de criadita casi todos los años. Y, para no perder tiempo, las traían ya de 14 o 15 años.
Lo que no quieren reconocer, es que esas criaditas, echadas a la buena de Dios al quedar embarazadas, se unieron a cualquiera que les dio techo y más hijos, muchos de los cuales son lo que hoy andan por las calles drogados, robando y matando sin sentido. Sin el menor sentido. Tal como no tiene sentido la vida recibida en una relación a contrapelo, como consecuencia de un juego cruel e irresponsable.
Todo trabajo debe ser remunerado y la remuneración acorde a las necesidades vitales de las personas.
Es evidente que, si se pide que se establezca el sueldo de la empleada doméstica por parte del estado como obligación a cumplir, los sueldos que se pagan no satisfacen las necesidades de las trabajadoras.
En una casa donde la pareja gana en conjunto unos dos o tres millones de guaraníes, es imposible pagar el sueldo mínimo a una empleada. Entonces la arreglan con unos miserables Gs. 300. 000 o 400.000 (cifras que me constan). Algunos/as me dirán, como ya me dijeron, si acaso es preferible que esas personas estén sin trabajo, robando por ahí. No, claro que no. Lo justo sería que por ese dinero trabajen un par de horas en esa casa, pudiendo, así, trabajar otras dos horas en otra, otras más en otra y, de ese modo, sumar una cifra digna. Así funciona en el mundo. Y quienes fueron a vivir y a trabajar en el extranjero, lo saben.
¿Qué en dos horas no podrán hacer todo? Y… bueno. Será cuestión de aprender a lavar los platos de la noche, hacer la cama antes de salir, poner la ropa en la máquina, no dejar todo desparramado… Ese es otro tema.

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