No sé si habrás de leer esto, porque es largo y vos no sos
de mucho leer. Cosa que, lamentablemente, se nota. Y mucho. Pero, acá va, por
las dudas.
Durante mucho tiempo me pareciste el más centrado de tus
hermanos. Es evidente que, ser excéntrico, no es el único problema en tu
familia.
Realmente, no sé qué te pasó. Porque pintabas bien. Parecía
que ibas a ser un buen tipo.
Cuando me contaron algunas taradeces tuyas en el terrible
programa mañanero con el que algunos madrugadores masoquistas inician sus
flagelos, me costó creerlo. Que te peleases con unas niñas en crecimiento por
el protagonismo que pudieran tener, empalideciendo el tuyo, me pareció muy de
tipo con la autoestima por el suelo. Pero, bueno, nadie es perfecto.
Cuando saliste con que a los presos había que hacerlos
trabajar engrillados, ya se me empezó a colmar el vaso.
La búsqueda de protagonismo al precio que fuere, ladrándoles
como chihuahua enardecido con síndrome de alteración sexual a los presidentes
de Uruguay y Argentina, países a los que tu padre les debe demasiado, le
agregaba contenido a mi vaso casi desbordante.
Que sin ningún respeto de género ni la mínima muestra de
caballerosidad, obviamente indemostrable porque lo de caballero te es ajeno,
hayas tratado de perra a una mujer, máxima mandataria de un país (aunque esto
es accesorio), demuestra que el acervo machista de Humberto se impuso, una vez
más, a las tibias intenciones superficiales de Gloria por defender a la
mujeres, cosa que siempre me pareció más discurso e interés que vocación y
compromiso. Sigue cargándose el vaso.
Pero que porque alguien te llamó la atención lo hayas
tratado de “empleadito” por su condición de trabajador y de “comegato” por su
condición de argentino, ya rebalsó el vaso y me dio por las tarlipes.
¿Quién te crees que sos, energúmeno soberbio, para tratar de
menospreciar a alguien por ser un trabajador? ¡Justamente vos! Vos, que ni para
leer las preguntas de el saber se va con no sé quién, servís, porque, como
dijera, no es que lo de leer vaya mucho contigo. Vos, que sos tan honesto que
si encontrás un trabajo, lo devolvés. Vos, que si te mandan a espiar, tocás
timbre. Vos, que si te mandan a buscar coca a Colombia, traes Pepsi.
¡Por favor! Si aún queda un masón digno en tu logia, debería
pedir que entres en sueño, porque ya sos una verdadera pesadilla.
Por la condición de mayor ante tu evidente adolescencia
inmadura e irreverente, te exijo que públicamente te retractes de todo lo
dicho, recurriendo a las virtudes de la tolerancia y la templanza.
Espero que hayas llegado hasta acá o que alguien te lo haya
leído. Lo que hiciste, no se hace. Lo que dijiste, no se dice.
Paraguay es un país digno, que merece representantes que
también puedan ostentar la dignidad, no la falsa soberbia de los vanidosos
vacuos.
¡Y, para colmo, vas a tener fueros! ¿Cuántas barbaridades más vas a decir y
hacer? Como dijera el Rey de España: “¡Por qué no te callas!”
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