sábado, 11 de mayo de 2013

NO A LA PASTILLA DEL DÍA DESPUÉS


Promover el uso de las pastillas del día después es una muestra evidente de la ignorancia existente respecto de lo que es la educación sexual.
En primer término, habría que hacer un curso especial para profesionales de la salud, docentes y demás involucrados que hayan recibido sus títulos antes de la semana pasada. Porque ni en las escuelas, ni en los colegios, ni en los institutos de formación docente, ni en las universidades se ha enseñado educación sexual. Nadie sabe de qué habla cuando habla de sexo. Bueno, no digamos nadie, digamos la gran mayoría. Al menos, coincidamos, la gran mayoría de los docentes, por ejemplo. Lo terrible del caso es que, por ejemplo, los católicos ni quieren que se hable del tema. Entonces, cuando se refieren a la Virgen María, los niños y niñas no tienen la más mínima idea de a qué se refieren. Toman la comunión, por ejemplo, a los siete u ocho años, venerando una supuesta virtud (la virginidad inmaculada) de la que saben menos que lo que saben que significa “y trozada la augusta diadema enalzaron el gorro triunfal” que, ya que estamos en repetir sin saber, repiten sin tener idea.
¿Cómo debería enseñarse educción sexual? Pues… ¡cómo debería enseñarse todo! RESPONDIENDO PREGUNTAS Y DUDAS. No sirve de nada que una maestra ruborizada por lo que tiene que decir, diga lo que nadie le preguntó quedando, en muchos casos, por debajo del conocimiento de algunos chicos y chicas en algunos campos que ella misma desconoce. A los chicos (¡uf!, y a las chicas) les importa un corno qué son las trompas de Falopio o cuál es la función de epidídimo o el método de Ogino-Knaus. Les preocupa mucho más saber por qué se tienen poluciones nocturnas, cuál es la función del clítoris, por qué se excitan los pezones, si es conveniente o no el sexo anal, cuáles pueden ser las consecuencias del sexo oral, entre muchos, muchísimos más etcéteras. ¿Están preparados nuestros docentes para responder estas cosas?
No alcanza con repartir condones y decirles que si tuvieron sexo sin ellos, pueden recurrir a una pastilla el día siguiente. Es imprescindible enseñarles qué es el sexo, cuáles son las ventajas de las relaciones sexuales seguras y que éstas no son tan simple ni inocuas como salir a dar una vuelta a la manzana.
Es imposible contrarrestar el bombardeo permanente de publicidades que promueven las relacione sexuales para promocionar desodorantes, alcanzar el éxito o qué sé yo qué.
El sexo, para los adolescentes, es mucho más importante que saber qué pasaba en la medialuna de las tierras fértiles o si el Mcal. López dijo muero con la patria o muero por la patria.
Una vez más, deberíamos plantearnos cómo encarar la educación y comenzar a educar a los que deberán educar.

jueves, 9 de mayo de 2013

PADRES CÓMPLICES


Un estudio realizado en la región, publicado en el 2011(1), señala que “El alcohol es la droga de mayor consumo entre los estudiantes secundarios, según los nueve países en que se realizó esta investigación. La mayor tasa de consumo actual la registra Colombia, con 51,9%. En Paraguay, la tasa de consumo de alcohol fue del 40,1% y el uso precoz, medido en menores de 14 años, fue del 25,2%.”
Lo que asusta, es que los padres inducen, fomentan y celebran el consumo desmedido de alcohol por parte de sus hijos e hijas.
Más allá de la vigencia actual del informe o sus ajustes, lo que podemos decir, porque lo vemos, es que son muchos los chicos (y chicas, lo que es muy grave) que consumen alcohol desde muy temprana edad y en cantidades excesivas.
Y los padres son cómplices de que esto ocurra. Y las autoridades, también.
La ley 1642/00 vigente, prohíbe tanto el expendio como el suministro gratuito de bebidas alcohólicas a menores de 20 años. Supongamos que, al haberse bajado la mayoría edad a los 18 años, éste sea el límite de la prohibición. Pues bien: quien le vende o provee bebida a los menores de esa edad, está cometiendo un delito. Los padres que no denuncian que esto haya ocurrido, son cómplices por no cumplir con la responsabilidad que implica la patria potestad. Ambos, quien provee el alcohol y los padres, deben ser sancionados. Así de simple.
El alcohol es una sustancia psicoactiva que afecta al cerebro y a la mayoría de los órganos del cuerpo. Su consumo (en exceso) afecta al consumidor mismo y a quienes le rodean, por estar relacionado con violencia familiar, accidentes fatales de tránsito y violencia interpersonal. Sumémosle a esto, que el consumo de bebidas alcohólicas también está asociado con comportamientos de alto riesgo, como sexo no seguro y uso de otras sustancias psicoactivas. Los estudios sugieren una asociación entre consumo de alcohol y VIH/SIDA, por ejemplo.
Pese a ello, la publicidad masiva de bebidas alcohólicas, el vínculo del consumo de alcohol con el logro de prestigio social, la promoción permanente de eventos de diversas índoles, incluso deportivas, por parte de marcas de fama internacional, le quitan la condición de droga de alto riesgo.
No alcanza con un cartelito que diga cuáles son las consecuencias de beber ni que aconseje no hacerlo. Hay que enseñar a que su consumo excesivo es pernicioso y que está prohibido el consumo por parte de menores. Si no lo hacemos, somos cómplices.


martes, 7 de mayo de 2013

EL SILENCIO DE LOS INSOLENTES


Primero, veamos qué decimos, cuando decimos insolencia. Tiene la misma raíz de la palabra insólito: SOL, del verbo soler. (Costumbre de hacer. Soler hacer tal o cual cosa).  Insolentia en latín significa falta de experiencia pero, también, falta de moderación,
Para la RAE, insolencia, en su primera acepción, significa atrevimiento, descaro. Y los insolentes son unos descarados. Es decir, gente que no tiene cara. Que no les da para poner la cara. Que eluden la responsabilidad. Y responsabilidad es respuesta. Por eso, porque no responden, son irresponsables.
Muchos insolentes asumen el silencio como respuesta a las acusaciones. Lo que es una irresponsabilidad. Si miramos el caso de la Argentina, cabría suponerse que a esta altura de las acusaciones de evasión, fuga, lavado o lo que fuera de dinero aparentemente vinculado al gobierno o al gobierno anterior o a algún gobierno, alguien, en nombre del gobierno, debería decir algo. Porque el que calla, otorga. O permite suponer que calla porque no tiene cómo defenderse. O, peor, calla, porque el resto de los mortales está por debajo de su magnificencia y, entonces, no merece ni que le respondan.
Es común observar ciertas conductas atípicas en los canes. De repente, sin saber por qué, pareciera ser que uno de los pichichos se confunde al otro con una pichicha y, sin mediar palabra (¡bah! ladrido, gruñido o algo), procede a un tratamiento análogo al que tendría si fuese una pichicha en celo y… (¡uf! ¡Ya está! Se entiende ¿no?). La cuestión es que el perro confundido, al que le toca ser pichicha por un rato, no dice nada, no hace nada, se queda quietito, mirando para otro lado, haciéndose el perro al que lo están… ¡eso!
Debe ser muy humillante que a uno lo acusen de algo, como por ejemplo de haber estado en contubernios con un poderoso del que luego hablará pestes, o haber recibido beneficios inmerecidos, como tierras, por ejemplo, o haber accedido a un puesto político sin derecho a obtenerlo, por  postularse en un departamento en el que no vive, o que trabajó de manera encubierta para los poderosos más asociados a la implantación de las más terribles dictaduras con el más alto precio en vidas y dolor… Decía, que debe ser muy humillante que a uno le digan todas esas cosas (y más) y en vez de responder de frente, como debería hacer una persona con honra y dignidad, quedarse en silencio, callar, no responder, no hacerse responsable de las acusaciones que recibe. Sé, por haberlo escuchado en algún caso, que algunos justifican el silencio diciendo que si responden le dan más trascendencia a la acusación, la hacen más notoria, porque las únicas personas informadas son las que lo escuchan a él, así que no tiene porqué responder. Que no debe responder, luego.
¡Qué triste debe ser tener todas las posibilidades para responder y no hacerlo por creer que así le darán entidad a la acusación! Pongo el dedo. Tapo el Sol. Mientras tenga el dedo tapando, nadie verá el Sol. Sin embargo, no alcanza. Antes, cuando las dictaduras (políticas o económicas) podían condicionar a la comunicación, puede ser que se pudiese tapar el Sol con un dedo. Hoy, no.

viernes, 3 de mayo de 2013

VIOLENCIA DE GÉNERO (O COMO SE GENERÓ LA VIOLENCIA)


El caso Adolfo Trotte es un emergente de la violencia instalada, no solo en el Paraguay, sino en toda la región. Y en el mundo.
Más allá de la condena a 40 años (30+10), la posible reducción o el indulto presidencial que algún día pudiera ocurrir, pase lo que pase, el daño está hecho. Él podrá discutir la justa extensión de la pena. Su esposa no. Sonia está muerta. Y él la mató. De eso no hay dudas. De que él la mató y de que ella está muerta.
Pero éste es un caso, uno de los tantos que ocurren a diario aquí o en los países vecinos.
Uno de los pocos informes realizados con relación al feminicidio, señala  que aproximadamente 66.000 mujeres son asesinadas cada año a nivel global, es decir que unas 181 mujeres son asesinadas por día. Casi  8 mujeres por hora. Más de una cada diez minutos.
De los 25 países con mayor número de feminicidios, más del 50% están en América: cuatro en el Caribe, cuatro en América Central y seis en Sudamérica. Y esto no es casual.
La exagerada formación machista, justifica la violencia intrafamiliar y el desprecio hacia la mujer de manera permanente. Como será que hasta las hijas de Adolfo Trotte, es decir, las hijas de la mujer asesinada, las hijas de Sonia, consideran excesiva la condena impuesta a su padre.
Muchos, como si fuese un justificativo, pretenden argumentar como defensa que Sonia tenía un romance paralelo.
Pese a que le pegó dos tiros a mansalva, que la arrastró y llevó con él en su vehículo hasta abandonarla ya muerta, argumentan que no hubo crueldad.
¿Qué tendría que haber hecho para que se lo considere cruel? ¿Matarla a golpes? ¿Quemarla con un cigarrillo? ¿Descuartizarla viva? ¡Por favor!
La violencia está instalada como hábito en la conducta cotidiana.
La orden desprovista del más elemental respeto, ausente de por favor y gracias, educa en la violencia.
Cachetadas, pellizcos, cintarazos, forman parte de los recursos “correctivos” de muchas personas, más allá del nivel socio cultural al que pertenezcan.
Por otra parte, la prescindencia de las más elementales normas de conducta y límites de control, también ayudan al desborde.
Hubo una época, no muy lejana, en la que las familias establecían pautas básicas de convivencia. Se comía a tal hora. El que no estaba a la hora de comer, debía tener una causa muy justificada. Por lo menos una de las comidas del día se compartía entre todos. Los padres estaban presentes. Los padres ponían los límites.
En esa época, no tan lejana, se pedía permiso para ir a tal o cual lado y si no se iba al lugar que se había dicho, se cancelaban futuros permisos.
No era necesario recurrir a las autoridades, ni imponer leyes especiales, ni decretar edictos. Los padres ponían los límites y los hacían cumplir. Tenían la autoridad que confiere la patria potestad y la ejercían hasta la mayoría de edad de los hijos. Y asumían la responsabilidad que ello implica, también.
La violencia es natural, constitutiva de nuestra condición humana. Como tantos otros animales, la hemos ido controlando para poder vivir en grupos, en sociedad, en el caso del animal humano.
¡Claro que queremos pegarle una piña o un sopapo al que nos quita el lugar del estacionamiento! Pero sabemos que no debemos hacerlo. La conducta social se impone a las ganas de hacer del individuo. Somos seres socializados y debemos actuar de acuerdo a las normas que la convivencia social exige.
En términos generales, la mujer es físicamente más débil que el hombre. Aprovecharse de los débiles es un acto ruin. Hago la aclaración de “en términos generales”, porque conozco casos de ruindad inversa. Mujeres que se aprovechan de la debilidad del marido y los muelen (o molían) a palos.
En ambos casos, no controlar la violencia, es una muestra de salvajismo, sí, de salvajes, de gente que no ha sido educada. De personas que prefieren la convivencia animal que el desarrollo armónico de las personas educadas. Y, una vez más, nos encontramos con la mala educación.
Reitero lo que decía al principio. El problema no es solo algo nacional. Ocurre cada vez más en el mundo. Y seguirá creciendo si no solucionamos los problemas de fondo, las bases de la formación.

miércoles, 1 de mayo de 2013

¿QUE EL TRABAJO QUÉ?


-Dignifica, dije. Hace digno al ser humano. Le permite ostentar con orgullo el beneficio de su propio esfuerzo –intenté explicar al auditorio, durante un curso en el que la mayoría me miraba con cara de asombro, como si estuviese escuchando a un loco, un desubicado, un exocogitante (dícese de seres de otros planetas que, se supone, piensan distinto a cómo pensamos nosotros).
En muchas oportunidades he tenido a mi cargo la selección de personal para diversas empresas. Acá y en el extranjero. Más al revés, es decir, más en el extranjero que acá. Y esta referencia la hago porque sirve para ubicarnos en los contextos de los comentarios que haré. Sigo.
Como para mí los CV son meras referencias de datos que bien podrían escribirse en una carilla (la mayoría están llenos de datos al cohete o informaciones inútiles, como “Curso de computación en… Experto en Excel y Word…” y en el momento de tener que hacer una nueva fórmula o vincular correspondencia no saben ni dónde ubicar las herramientas), mis selecciones se basan en las entrevistas personales. Grafología, PNL, olfato y experiencia, junto a algunas otras, son mis principales herramientas.
“¿Por qué se presentó a este aviso?”, es una de las primeras preguntas de rigor.
Acá, en Paraguay, la mayoría de las veces, la respuesta es: “Porque necesito trabajar”. Sigo: “¿Por qué necesita trabajar?”. Respuesta (con mirada desconcertada) “Y… porque necesito ganar dinero”.
Pocas veces he escuchado, especialmente acá, que digan “Me interesó la propuesta porque es un área en la que me sé desenvolver muy bien” o “Es una muy buena oportunidad de superación en una empresa reconocida” o “Desde que me recibí estoy esperando la oportunidad de demostrar mi capacidad” o… ¡Mentime, aunque sea! Pero esa terrible realidad de buscar trabajo porque necesitan dinero, es un índice de la pésima formación laboral de la gente y la poca valoración del trabajo como factor de desarrollo y crecimiento. Y esto no es casual.
Conozco (pienso que todos conocemos) gente que va solamente a marcar tarjeta en reparticiones públicas. Y van porque tienen que poner el dedo, que si no, ni van. Total, mientras el jefe de personal se lleve el 10% del salario, todo está bien. Y en casi todas las familias hay, por lo menos, uno de estos “vivos” que ganan dinero sin trabajar. Y son el ejemplo a imitar. A ver si en el futuro no le logran un puestito al nene que ya tiene 14. O a la nena, de 16. Aunque a ella, perece que ya le están viendo “para su puestito”.
Ni en la escuela ni en el colegio les enseñan a los alumnos el valor del trabajo. No hay formación en valores genuinos. Se destacan valores equinos o caninos, como la obediencia y la disciplina, pero se olvidan de esos valores que hará de esos chicos (y chicas, claro, desde luego) agentes del cambio que necesita la sociedad. Si no se fundamenta la dignidad del trabajo, a partir de salarios y tratos dignos, celebrar el Día del Trabajador será una más de las tantas hipocresías de uso corriente.