Si bien se dejó dominar o, mejor dicho, hizo creer que se
dejaba, llega el momento en el que, harta de ser violada, se rebela.
Cuando es un sunami en las antípodas, lo vemos como en una
película. Ajena a nosotros.
Cuando es un huracán en EE UU, algunos piensan en que
vendrán autos baratos recuperados.
Cuando es en la Chacarita, es el asunto de siempre, el
negocio de los que trabajan de damnificados.
Pero cuando es en una ciudad como Buenos Aires o La Plata,
en zonas de gente bien, con camionetas 4x4 y autos lindos y notebooks y muebles
caros y cuadros… la inundación asusta más.
La naturaleza pasa la factura. Y es proporcional. Quien más
tiene, más paga.
Nos asusta más.
Y la naturaleza se venga porque la avasallaron, porque donde
estaban sus ríos construyeron casas; porque donde estaban sus pulmones verdes,
construyeron casas; porque donde había tierra, pusieron empedrado; porque donde
había empedrado, pusieron asfalto. Los ríos son las venas, y las taparon o
cortaron. Los árboles son pulmones, y los talaron. La tierra absorbe el agua, y
la impermeabilizaron.
Ya no son las zonas ribereñas, donde viven los pobres, las
que se inundan. La naturaleza avanza hacía otros sectores.
Recuerdo el viejo proverbio: “Cuando veas las barbas de tu
vecino cortar, pon las tuyas a remojar” y me pregunto: ¿Qué va a pasar con la
construcción del centro comercial, los cada vez más shoppings, los estacionamientos
subterráneos, los espacios que se pierden por construir más y más y más…? Por
un montón de dólares, se vendió hace poco una propiedad que debe ser la única
con tantos árboles en la zona. ¿Nos servirá el dinero si la naturaleza sigue
pasando la factura?
Hemos sido (somos) cómplices por comisión u omisión. Nos
dura más el tren delantero en el asfalto. Son más lindos los shoppings que el Mercado
4. La evolución está para eso, para disfrutarla. Y si uno tiene dinero, tiene
el derecho de darse los gustos. Pero… ¿no será momento de que nos pongamos a
reflexionar? En una de esas estamos equivocados y todavía podamos revertir
algo.
Sería oportuno que se suspendiesen un rato las cuestiones
comiciales y las autoridades municipales y nacionales estableciesen algunos
protocolos a seguir en caso de que la tormenta venga para estos lados y la
inundación vuelva a tocarnos.
¿Qué calles se inundan? ¿Cuáles son las alternativas? ¿Qué
hacer si nos toma en la calle? ¿Dónde están los refugios? ¿Qué debo tener para
comer y beber? ¿Qué hacemos con las criaturas? ¿Quiénes y cómo coordinaran las
evacuaciones? ¿Quién cuidará de los saqueos? ¿Quién velará para evitar que los
comerciantes cobren en exceso el agua y los insumos de primera necesidad?
Si me invitan a participar con responsables de Defensa Civil
o lo que sea, tengo muchas más preguntas. Y algunas respuestas. Pero ¡ahora!
Cuando llegue la inundación, ya será tarde.
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