jueves, 4 de abril de 2013

LA NATURALEZA MANDA


Si bien se dejó dominar o, mejor dicho, hizo creer que se dejaba, llega el momento en el que, harta de ser violada, se rebela.
Cuando es un sunami en las antípodas, lo vemos como en una película. Ajena a nosotros.
Cuando es un huracán en EE UU, algunos piensan en que vendrán autos baratos recuperados.
Cuando es en la Chacarita, es el asunto de siempre, el negocio de los que trabajan de damnificados.
Pero cuando es en una ciudad como Buenos Aires o La Plata, en zonas de gente bien, con camionetas 4x4 y autos lindos y notebooks y muebles caros y cuadros… la inundación asusta más.
La naturaleza pasa la factura. Y es proporcional. Quien más tiene, más paga.
Nos asusta más.
Y la naturaleza se venga porque la avasallaron, porque donde estaban sus ríos construyeron casas; porque donde estaban sus pulmones verdes, construyeron casas; porque donde había tierra, pusieron empedrado; porque donde había empedrado, pusieron asfalto. Los ríos son las venas, y las taparon o cortaron. Los árboles son pulmones, y los talaron. La tierra absorbe el agua, y la impermeabilizaron.
Ya no son las zonas ribereñas, donde viven los pobres, las que se inundan. La naturaleza avanza hacía otros sectores.
Recuerdo el viejo proverbio: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar” y me pregunto: ¿Qué va a pasar con la construcción del centro comercial, los cada vez más shoppings, los estacionamientos subterráneos, los espacios que se pierden por construir más y más y más…? Por un montón de dólares, se vendió hace poco una propiedad que debe ser la única con tantos árboles en la zona. ¿Nos servirá el dinero si la naturaleza sigue pasando la factura?
Hemos sido (somos) cómplices por comisión u omisión. Nos dura más el tren delantero en el asfalto. Son más lindos los shoppings que el Mercado 4. La evolución está para eso, para disfrutarla. Y si uno tiene dinero, tiene el derecho de darse los gustos. Pero… ¿no será momento de que nos pongamos a reflexionar? En una de esas estamos equivocados y todavía podamos revertir algo.
Sería oportuno que se suspendiesen un rato las cuestiones comiciales y las autoridades municipales y nacionales estableciesen algunos protocolos a seguir en caso de que la tormenta venga para estos lados y la inundación vuelva a tocarnos.
¿Qué calles se inundan? ¿Cuáles son las alternativas? ¿Qué hacer si nos toma en la calle? ¿Dónde están los refugios? ¿Qué debo tener para comer y beber? ¿Qué hacemos con las criaturas? ¿Quiénes y cómo coordinaran las evacuaciones? ¿Quién cuidará de los saqueos? ¿Quién velará para evitar que los comerciantes cobren en exceso el agua y los insumos de primera necesidad?
Si me invitan a participar con responsables de Defensa Civil o lo que sea, tengo muchas más preguntas. Y algunas respuestas. Pero ¡ahora! Cuando llegue la inundación, ya será tarde.

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