viernes, 5 de julio de 2013

LA CIVILIZACIÓN DEL ESPECTÁCULO Libro de Mario Vargas Llosa

Veamos que nos dice el propio autor con relación a su libro:
“¿Qué quiero decir con civilización del espectáculo? La de un mundo en el que el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal. Este ideal de vida es perfectamente legítimo, sin duda. Sólo un puritano fanático podría reprochar a los miembros de una sociedad que quieran dar solaz, esparcimiento, humor y diversión a unas vidas encuadradas por lo general en rutinas deprimentes y a veces embrutecedoras. Pero convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuencias a veces inesperadas. Entre ellas la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo específico de la información, la proliferación del periodismo irresponsable, el que se alimenta de la chismografía y el escándalo.”
No es mucho lo que puedo agregar al respecto. Me resta invitar a leerlo y reflexionar, como ha sido mi caso, sobre la validez de diferenciar la “cultura culta” de la “cultura sociológica”, por buscar una manera de diferenciarlas.
Si bien por un lado coincido con Vargas Llosa respecto de que hoy por hoy cualquier cosa puede ser “cultura” y cualquier esperpento llamado “arte”, me preocupa caer en el clisé de valorar a la “alta cultura” (como él la define) por sobre las manifestaciones populares o limitar al arte a los cánones ya perimidos, circunscribiéndolo a ciertos modelos heredados del renacimiento.

Te invito a leerlo, no porque sea un libro de conclusiones sino, por el contrario, por serlo de reflexiones y disensos.

martes, 2 de julio de 2013

LECHÓN ARROLLADO

No, no es una receta de cocina. Hoy (02/06/2013), a eso de las 11 de la mañana, llegaba al semáforo (en verde) de Artigas y Venezuela. De repente, una piara (manada de chanchos, cerdos, porcinos) incluyendo el chancho, la chancha y un montón de chanchitos, decidió cruzar Artigas sin mirar el semáforo, obvio. Los grandes pasaron de una, salvo un lechón, pequeño desmamante que, falto de experiencia en eso de andar cruzando avenidas a esa hora del día y en tal lado, se ve que se estresó y se achanchó, es decir, se quedó casi quieto delante de una moto que, como casi toda moto, iba conducida, no por
un lechón, pero sí, evidentemente, por uno también falto de experiencia en eso de andar cruzando avenidas a esa hora del día, quien, con total impericia, en vez de sortear al lechoncito, apretó los frenos y se lo comió, bueno, se lo llevó por delante. Mejor dicho, por encima. Lo arrolló, anticipando lo que bien podría haber sido su destino final ineludible. Yo, por suerte, más confiado en el volante que en el freno, los eludí a los tres (lechón, moto y destino). El de atrás confió en los frenos y se dio contra la moto, y el de atrás del de atrás, con el de atrás… y no sé más porque, no habiendo heridos, salvo el pobre lechón de destino ineludible (aunque a decir verdad, me parece que zafó, al menos por el momento, de la consecuencia de haber sido arrollado), seguí mi rumbo (o mi destino, qué sé yo).
¿Te parece lógico que en el cruce de dos avenidas tan transitadas, en un horario de tanto tráfico, pueda cruzar alegremente una piara o una manada de lo que sea?

Después llegué a Madame Lynch y Autopista y me encontré con un montón de motos. Pensé lo miso.