Pareciera
ser que la permanente inducción al tener, se nos ha hecho carne llegando a
anestesiar la sensibilidad social.
El
recientemente doloroso caso de Anita, no es único. Es emblemático por su
mediatización, pero hay más, muchos más. Y no se solucionan con colectas, sino
con un cambio de filosofía social.
La
Constitución Nacional, en su ARTÍCULO 4 - DEL DERECHO A LA VIDA, dice:
“El derecho a la vida es
inherente a la persona humana. Se garantiza su protección, en general, desde la
concepción. Queda abolida la pena de muerte. Toda persona será protegida por el
Estado en su integridad física y psíquica, así como en su honor y en su reputación.
La ley reglamentará la liberta de las personas para disponer de su propio
cuerpo, sólo con fines científicos o médicos.”
Y en el ARTÍCULO 6 - DE LA CALIDAD DE
VIDA, agrega:
“La calidad de vida será promovida por el Estado mediante planes y
políticas que reconozcan factores condicionantes, tales como la extrema pobreza
y los impedimentos de la discapacidad o de la edad.”
Evidentemente, como tantas
otras cosas de esta constitución, solo queda en la fría letra sin aplicación
formal.
Y, lo más triste, es que
no hacemos nada para cambiar.
En estos momentos
eleccionarios, pareciera ser que todo lo que decimos apunta a llevar agua a los
molinos de uno u otro de los candidatos. Lejos eso de mi intención. La
responsabilidad es de todos por igual. El desafío es para todos.
Si la genuina intención de
los aspirantes a la presidencia de la república fuese contribuir al desarrollo
del país y al mejoramiento de las condiciones de vida de sus habitantes, ésta hubiese
sido una excelente oportunidad para demostrar con los hechos lo que pregonan
con las palabras. Lamentablemente, no ha sido así. Ello nos lleva a
preguntarnos si, una vez en el gobierno, habrán de llevar a cabo los planes que
prometen.
Y, una vez más, la
educación se expone como una de las prioridades. No alcanza con dar contenidos,
en muchos casos mal dados e innecesarios, sino de acompañar a la información
con formación. No veo, en las distintas propuestas educativas, contenidos
transversales que impliquen la incorporación de valores, tanto en la formación
docente como en la de los estudiantes. Eso en la educación formal. En la
informal, para colmo, en vez de incorporar valores e incentivar el ejercicio de
estos, se enseña lo contrario: “Esto es para vos, no vayas a andar dándole a
los demás”, “Cuida que tus lápices, no vayas a prestarlos”… ¿Les suena
conocido?
No alcanza (y el caso de
Anita es una muestra contundente) con organizar colectas, habilitar cuentas
corrientes, convocar a la buena voluntad de la gente. Muchas empresas, que
invierten cientos de miles de dólares en pseudo eventos deportivos, festivales
diversos, conciertos multitudinarios, tienen a la Responsabilidad Social
Empresarial, como una suerte de discurso y lo publican en sus webs como una
parte de la misión porque queda elegante, porque así lo indican los parámetros
del marketing. Pero no son ellas las responsables. La responsabilidad es del
gobierno (de éste, de los anteriores, de los que vendrán) que por falta de sensibilidad
social y en cumplimiento de acuerdos espurios, no aplica criterios impositivos
discriminados de suerte tal que, por un lado, se carguen los consumos suntuosos
o superfluos (coches caros, tabaco, alcohol, eventos pseudo deportivos, etc.)
y, por otro, se deduzcan de ellos los aportes a la salud, la educación, la cultura, etc.
Siempre se está a tiempo
para cambiar. Éste puede ser un buen momento para pensar en ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario