jueves, 13 de junio de 2013

GUSTAVO PRESIDENTE

La permanente aparición en FB, y otras redes sociales, de comentarios reivindicatorios del nefasto período stroessnerista, en los que se nota la absoluta falta de interpretación de los hechos históricos y la incidencia de estos en el devenir de las sociedades, pretendiendo justificar con supuestas virtudes aparentes (ausencia de violencia civil, aparente paz, supuesto bienestar económico, etc.) el encumbramiento de la corrupción, el despotismo y la inoculación de los más perversos vicios en la matriz de la sociedad (desprecio por el estudio y la formación intelectual; valoración del prebendarismo; implementación del delito de contrabando como forma de trabajo asumido como legal; violación sistemática de los derechos inalienables de las personas, como los de pensar, disentir, analizar, entre otros muchos males), me llevó a recordar el título del libro de mi querido y lamentablemente ausente amigo, Santiago Trias Coll.
Fue precisamente con el lanzamiento de su libro que da título a esta nota, que nos conocimos en 1990. Tal como lo recuerda el sitio Portal Guaraní, ese año le entregamos a Santiago el Premio Curupayty, cuando era esa la radio dedicada a la difusión y promoción del hacer cultural del país y tenía yo el honor de ser el conductor de sus programas emblemáticos, contando para ello con el apoyo de todos y cada uno de los que hacían a la radio. Desde su Directora de entonces, Chony Calderón, hasta cada uno de los operadores.
Quienes compartimos las singulares circunstancias de la entrega de los premios ese tan especial 26 de diciembre, saben de cuántos sentimientos hacen de ese día una fecha inolvidable.
Con Santiago Trias Coll, establecimos una amistad sólida y entrañable que duró hasta su muerte, en 1996, a sus tempranos 50 años.
En cada una de nuestras tantas charlas, analizábamos, con Santiago, las tantas y cuantas virtudes que hacían de este querido Paraguay el lugar elegido para llevar adelante nuestras vidas. También, lógicamente, nos dolían visceralmente los vicios que infectaban el cuerpo social de nuestro país adoptivo (o adoptado).
Hoy, cuando veo cómo persisten algunas de las bacterias inoculadas, con la pertinaz resistencia de las especies pestilentes (como las cucarachas a los venenos), no puedo menos que recordar algunas palabras de Ricardo Caballero Aquino en el prólogo del segundo “Gustavo presidente”: “Lo que hubiera pasado si… Entre las preguntas más imbéciles con que se puede importunar a historiadores profesionales, descuella esa donde se le pide que lucubre algunas de las posibilidades si en lugar de ocurrir lo que aconteció, hubiera tenido lugar lo contrario”.
¡Cuántas páginas increíbles habría escrito Santiago en estos, también increíbles, veintipico de años!

¡Salut, inoblidable amic!

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