El caso Adolfo Trotte es un emergente de la violencia
instalada, no solo en el Paraguay, sino en toda la región. Y en el mundo.
Más allá de la condena a 40 años (30+10), la posible
reducción o el indulto presidencial que algún día pudiera ocurrir, pase lo que
pase, el daño está hecho. Él podrá discutir la justa extensión de la pena. Su
esposa no. Sonia está muerta. Y él la mató. De eso no hay dudas. De que él la
mató y de que ella está muerta.
Pero éste es un caso, uno de los tantos que ocurren a diario
aquí o en los países vecinos.
Uno de los pocos informes realizados con relación al
feminicidio, señala que aproximadamente
66.000 mujeres son asesinadas cada año a nivel global, es decir que unas 181
mujeres son asesinadas por día. Casi 8
mujeres por hora. Más de una cada diez minutos.
De los 25 países con mayor número de feminicidios, más del
50% están en América: cuatro en el Caribe, cuatro en América Central y seis en
Sudamérica. Y esto no es casual.
La exagerada formación machista, justifica la violencia
intrafamiliar y el desprecio hacia la mujer de manera permanente. Como será que
hasta las hijas de Adolfo Trotte, es decir, las hijas de la mujer asesinada,
las hijas de Sonia, consideran excesiva la condena impuesta a su padre.
Muchos, como si fuese un justificativo, pretenden argumentar
como defensa que Sonia tenía un romance paralelo.
Pese a que le pegó dos tiros a mansalva, que la arrastró y
llevó con él en su vehículo hasta abandonarla ya muerta, argumentan que no hubo
crueldad.
¿Qué tendría que haber hecho para que se lo considere cruel?
¿Matarla a golpes? ¿Quemarla con un cigarrillo? ¿Descuartizarla viva? ¡Por
favor!
La violencia está instalada como hábito en la conducta
cotidiana.
La orden desprovista del más elemental respeto, ausente de
por favor y gracias, educa en la violencia.
Cachetadas, pellizcos, cintarazos, forman parte de los
recursos “correctivos” de muchas personas, más allá del nivel socio cultural al
que pertenezcan.
Por otra parte, la prescindencia de las más elementales
normas de conducta y límites de control, también ayudan al desborde.
Hubo una época, no muy lejana, en la que las familias
establecían pautas básicas de convivencia. Se comía a tal hora. El que no
estaba a la hora de comer, debía tener una causa muy justificada. Por lo menos
una de las comidas del día se compartía entre todos. Los padres estaban
presentes. Los padres ponían los límites.
En esa época, no tan lejana, se pedía permiso para ir a tal
o cual lado y si no se iba al lugar que se había dicho, se cancelaban futuros
permisos.
No era necesario recurrir a las autoridades, ni imponer leyes
especiales, ni decretar edictos. Los padres ponían los límites y los hacían
cumplir. Tenían la autoridad que confiere la patria potestad y la ejercían
hasta la mayoría de edad de los hijos. Y asumían la responsabilidad que ello
implica, también.
La violencia es natural, constitutiva de nuestra condición
humana. Como tantos otros animales, la hemos ido controlando para poder vivir
en grupos, en sociedad, en el caso del animal humano.
¡Claro que queremos pegarle una piña o un sopapo al que nos
quita el lugar del estacionamiento! Pero sabemos que no debemos hacerlo. La conducta
social se impone a las ganas de hacer del individuo. Somos seres socializados y
debemos actuar de acuerdo a las normas que la convivencia social exige.
En términos generales, la mujer es físicamente más débil que
el hombre. Aprovecharse de los débiles es un acto ruin. Hago la aclaración de “en
términos generales”, porque conozco casos de ruindad inversa. Mujeres que se
aprovechan de la debilidad del marido y los muelen (o molían) a palos.
En ambos casos, no controlar la violencia, es una muestra de
salvajismo, sí, de salvajes, de gente que no ha sido educada. De personas que
prefieren la convivencia animal que el desarrollo armónico de las personas educadas.
Y, una vez más, nos encontramos con la mala educación.
Reitero lo que decía al principio. El problema no es solo
algo nacional. Ocurre cada vez más en el mundo. Y seguirá creciendo si no
solucionamos los problemas de fondo, las bases de la formación.
1 comentario:
El la mató y está preso; ella está muerta y enterrada. Estos son hechos concretos, que deben tener el tratamiento de las ideologías. No importa quien está vivo o muerto; es la desgracia de toda una familia, rodeada de otras muchas penurias.
Buscar el lado ideológico de la cuestión nos llevaría a tratar de tipificar cada uno de los diferentes tipos de crímenes, a la luz de la prensa. No creo que eso nos lleve a un buen camino, dado que nunca la prensa ha sido tan recta y objetiva, al punto de poder servir de ningún tipo de referencia.
No dejemos de aprender, pero tampoco dejemos que solo las ideologías nos enseñen; no son buenas maestras y nunca lo serán.
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