Un estudio realizado en la región, publicado en el 2011(1),
señala que “El alcohol es la droga de mayor consumo entre los estudiantes
secundarios, según los nueve países en que se realizó esta investigación. La
mayor tasa de consumo actual la registra Colombia, con 51,9%. En Paraguay, la
tasa de consumo de alcohol fue del 40,1% y el uso precoz, medido en menores de
14 años, fue del 25,2%.”
Lo que asusta, es que los padres inducen, fomentan y
celebran el consumo desmedido de alcohol por parte de sus hijos e hijas.
Más allá de la vigencia actual del informe o sus ajustes, lo
que podemos decir, porque lo vemos, es que son muchos los chicos (y chicas, lo
que es muy grave) que consumen alcohol desde muy temprana edad y en cantidades
excesivas.
Y los padres son cómplices de que esto ocurra. Y las autoridades,
también.
La ley 1642/00 vigente, prohíbe tanto el expendio como el
suministro gratuito de bebidas alcohólicas a menores de 20 años. Supongamos
que, al haberse bajado la mayoría edad a los 18 años, éste sea el límite de la
prohibición. Pues bien: quien le vende o provee bebida a los menores de esa
edad, está cometiendo un delito. Los padres que no denuncian que esto haya
ocurrido, son cómplices por no cumplir con la responsabilidad que implica la patria
potestad. Ambos, quien provee el alcohol y los padres, deben ser sancionados.
Así de simple.
El alcohol es una sustancia psicoactiva que afecta al
cerebro y a la mayoría de los órganos del cuerpo. Su consumo (en exceso) afecta
al consumidor mismo y a quienes le rodean, por estar relacionado con violencia
familiar, accidentes fatales de tránsito y violencia interpersonal. Sumémosle a
esto, que el consumo de bebidas alcohólicas también está asociado con
comportamientos de alto riesgo, como sexo no seguro y uso de otras sustancias
psicoactivas. Los estudios sugieren una asociación entre consumo de alcohol y
VIH/SIDA, por ejemplo.
Pese a ello, la publicidad masiva de bebidas alcohólicas, el
vínculo del consumo de alcohol con el logro de prestigio social, la promoción
permanente de eventos de diversas índoles, incluso deportivas, por parte de
marcas de fama internacional, le quitan la condición de droga de alto riesgo.
No alcanza con un cartelito que diga cuáles son las
consecuencias de beber ni que aconseje no hacerlo. Hay que enseñar a que su
consumo excesivo es pernicioso y que está prohibido el consumo por parte de
menores. Si no lo hacemos, somos cómplices.
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