-Dignifica, dije. Hace digno al ser humano. Le permite
ostentar con orgullo el beneficio de su propio esfuerzo –intenté explicar al
auditorio, durante un curso en el que la mayoría me miraba con cara de asombro,
como si estuviese escuchando a un loco, un desubicado, un exocogitante (dícese
de seres de otros planetas que, se supone, piensan distinto a cómo pensamos
nosotros).
En muchas oportunidades he tenido a mi cargo la selección de
personal para diversas empresas. Acá y en el extranjero. Más al revés, es
decir, más en el extranjero que acá. Y esta referencia la hago porque sirve
para ubicarnos en los contextos de los comentarios que haré. Sigo.
Como para mí los CV son meras referencias de datos que bien
podrían escribirse en una carilla (la mayoría están llenos de datos al cohete o
informaciones inútiles, como “Curso de computación en… Experto en Excel y
Word…” y en el momento de tener que hacer una nueva fórmula o vincular
correspondencia no saben ni dónde ubicar las herramientas), mis selecciones se
basan en las entrevistas personales. Grafología, PNL, olfato y experiencia,
junto a algunas otras, son mis principales herramientas.
“¿Por qué se presentó a este aviso?”, es una de las primeras
preguntas de rigor.
Acá, en Paraguay, la mayoría de las veces, la respuesta es:
“Porque necesito trabajar”. Sigo: “¿Por qué necesita trabajar?”. Respuesta (con
mirada desconcertada) “Y… porque necesito ganar dinero”.
Pocas veces he escuchado, especialmente acá, que digan “Me
interesó la propuesta porque es un área en la que me sé desenvolver muy bien” o
“Es una muy buena oportunidad de superación en una empresa reconocida” o “Desde
que me recibí estoy esperando la oportunidad de demostrar mi capacidad” o…
¡Mentime, aunque sea! Pero esa terrible realidad de buscar trabajo porque
necesitan dinero, es un índice de la pésima formación laboral de la gente y la
poca valoración del trabajo como factor de desarrollo y crecimiento. Y esto no
es casual.
Conozco (pienso que todos conocemos) gente que va solamente
a marcar tarjeta en reparticiones públicas. Y van porque tienen que poner el
dedo, que si no, ni van. Total, mientras el jefe de personal se lleve el 10%
del salario, todo está bien. Y en casi todas las familias hay, por lo menos,
uno de estos “vivos” que ganan dinero sin trabajar. Y son el ejemplo a imitar.
A ver si en el futuro no le logran un puestito al nene que ya tiene 14. O a la
nena, de 16. Aunque a ella, perece que ya le están viendo “para su puestito”.
Ni en la escuela ni en el colegio les enseñan a los alumnos
el valor del trabajo. No hay formación en valores genuinos. Se destacan valores
equinos o caninos, como la obediencia y la disciplina, pero se olvidan de esos
valores que hará de esos chicos (y chicas, claro, desde luego) agentes del cambio
que necesita la sociedad. Si no se fundamenta la dignidad del trabajo, a partir
de salarios y tratos dignos, celebrar el Día del Trabajador será una más de las
tantas hipocresías de uso corriente.
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