viernes, 9 de agosto de 2013

LA POESÍA COMO UN RÍO DE PALABRAS.

LA POESÍA COMO UN RÍO DE PALABRAS.
©Oscar Boubée.

Exposición realizada el 08/08/2013 en el “4º Simposio Internacional de Humanidades”
Universidad del Norte – Asunción - Paraguay


Como el río de Heráclito,  la palabra muta. Y en ese constante devenir, las palabras, se rompen, se deshacen y se reconstruyen en monstruosos remolinos léxicos, que se agrupan y se disuelven, como en una danza cósmica, fluyendo en ríos de poesías. Y la poesía, en ríos de palabras.

En palabras que dejan de ser lo que eran para ser lo que quieran.

Palabras en libertad, liberadas de significados y significantes predeterminados para volar en la significación de mucho más que la cosa referida, confundiéndose, no por polisemia, sino como metales unidos en una nueva identidad.

La poesía es el altar de la palabra.

En la poesía, la palabra hiere, mata, cura… Es bálsamo y veneno, caricia o espada…

Dicen que la poesía más antigua que se ha encontrado es de unos 4.000 años atrás. Parece que fue encontrada en Nippur, junto a unos documentos legales.

Cierta vez, en uno de mis escritos en los que he lucubrado respecto del origen de la palabra escrita, decía que la grafía, la necesidad de plasmar lo más indeleblemente posible algo, había surgido como una necesidad para determinar las propiedades, enumerar las cosas, identificar a sus dueños, establecer los dominios, perpetuar la pertenencia.

Es muy probable, y digo probable porque la certeza es ajena a nuestra condición humana y, paradójicamente, su búsqueda es la que hace a nuestra humanidad, es muy probable, digo, que junto a los que valoraban las cosas materiales y su posesión por sobre todas las cosas, hubo, parece haber habido, cabe suponerse que así haya sido, quienes querían dar más que materialidades. O reclamarlas. Demandarlas. Pedirlas.

Esa poesía encontrada en 1880 en Nippur (la región que hoy ocupa Irak), datada en unos 4000 años, está expuesta en el Museo del Antiguo Oriente, dentro del Museo Arqueológico de Estambul, dice:

(Cita) “Novio mío, próximo a mi corazón, grandiosa es tu belleza. Me has cautivado, déjame presentarme temblorosa ante ti. Novio mío, seré llevada al dormitorio. Novio mío, has obtenido placer de mí. Cuéntale a mi madre, que te dará delicias; también a mi padre, que te dará obsequios.” (Fin de la cita)

Agrego: Hoy nadie diría que le cuenten ni a la madre ni al padre, claro. Estos se darán cuenta al ver una persona más a desayunar.

Otra civilización que ha estado siempre vinculada a los orígenes de la artes, es la Egipcia. De ella rescatamos esta exquisita muestra de poesía cuya vigencia, estilística y conceptual, asombra.

(Cita)
¿Se puede querer...sin ver?
¿Se puede querer...sin oler?
¿Se puede ver...sin saber?
¿Se puede vivir...sin sentir?
Hasta la locura te puedo querer...
Entonces...sin ver, ni oler, sin saber sin sentir... ¿no es eso querer?
Te puedo sentir...sin saber
Te puedo tocar...y vibrar
Te puedo cantar...en soledad
Te puedo amar...como al mar y llorar
Entones...cantar al mar en soledad y vibrar
¿No es eso amar?
(Fin de la cita)

Con el mayor de los respetos por los traductores presentes, sabemos que al pasar de una lengua a otra, también se convierten, se mudan, se explican y se interpretan las palabras, los textos (y la RAE, así lo afirma en sus acepciones de la entrada traducir).

Y de las antiguas tabletas de la antigua Nippur (sí, ya había tablets, pero de cerámica) o de los papiros que soportaban la poesía egipcia en jeroglíficos, los emoticones de entonces, a la palabra escrita en nuestro castellano de hoy, cabe suponerse que se han producido adecuaciones. Pese a ello, sabemos que, desde los más remotos tiempos y en las más disímiles culturas, desde sumerios, egipcios, hindúes, celtas, hebreos, chinos, griegos, romanos, hasta los mapuches de Chile y los habitantes de Tenochtitlan o la más tierna quinceañera de hoy en cualquier lugar del mundo, la palabra “corazón”, por ejemplo, además de identificar al órgano encargado de bombear la sangre, ha pasado a ser el lugar en el que reinan las emociones, los sentimientos, incluso el alma, según Platón (aunque éste dividía una inmortal, que ubicaba en la cabeza, y otra mortal que, sí, radicaba en el corazón) o Aristóteles (quien sí ubicaba el alma en el corazón), o el gran pensador francés del siglo XVII, Blaise Pascal, quien dijo la remanida frase usada en cada San Valentín “el corazón tiene razones que la razón no conoce”.

Como vemos, el corazón no es el corazón al que se referiría un cardiocirujano. Pero es la misma palabra. Corazón. Igual y distinta.  

Y cuando el poeta egipcio dice “Hasta la locura te puedo querer...”, no está exponiendo su amor al estudio de un sicoterapeuta o a un siquiatra. No es la locura científica. Es la locura del amor. La locura, no es la locura. Es la misma palabra. Igual y distinta. 
Y como decíamos al principio, como el río de Heráclito,  la palabra muta.

Pero… ¿Qué es la poesía, más allá del concepto poético usado al decir que es el altar de la palabra?

Platón, utilizó la palabra griega ποίησις, correspondiente a «poesía», y en ella abarcaba el concepto actual de literatura.

Para algunos academicistas,  es el arte del lenguaje cuyo fin inmediato es expresar o sugerir por medio de la palabra, el ritmo, la armonía y la imagen…

Para otros, es el arte de evocar y sugerir sensaciones, emociones e ideas por medio de la palabra, sujeta a ritmo, medida y cadencia, en especial cuando estos toman la forma regular del verso.

En este contexto, y atendiendo a la íntima relación entre lo fónico y lo semántico, entre el sonido y el sentido de las palabras, comenzaríamos a transitar un camino repleto de sílabas tónicas y  átonas, sinalefas, hiatos, sinéresis, diéresis, anáforas, aliteraciones, rimas asonantes o consonantes y sus muy variadas combinaciones: rima gemela, rima cruzada, rima encadenada, rima abrazada, rima interna, etc. etc. Y ese camino, nos llevaría a los intrincados laberintos en los que se han extraviado innumerables voluntades de poetas inéditos.

Porque, la poesía, es mucho más que palabras, oraciones y rimas. Y, acá, se me hace imposible eludir esa poética definición que, estoy seguro, a muchos les viene surgiendo en la mente al decir ¿Qué es poesía?

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
En mi pupila tu pupila azul.

¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía eres tú.

(Gustavo Adolfo Becquer).

Tengo cierto pudor al ocupar este lugar ante tantos eruditos de la literatura, y especial responsabilidad ante los estudiantes que puedan haber venido esperando encontrar un análisis serio de la poesía. Son pocas las cosas que he hecho en serio en la vida. Y, en cierta medida, a eso responde el haber aceptado esta inmerecida oportunidad de hablar ante ustedes: Invitarles a ser cómplices de mi propuesta.

Quizás porque mi infancia haya crecido junto a un bello río (pequeño río o gran arroyo, vaya a saberse) en el que nos bañábamos, jugábamos, nos divertíamos y, ya en la adolescencia, mirábamos desde la costanera acompañados de quien usufructuaba nuestro apasionado corazón e inspiraba nuestros poemas, el río y la poesía tienen, para mí, una suerte de connotación lúdica, de divertimento, aún cuando las primeras poesías (¡Cuándo no! ¡Desde luego!) estaban impregnadas de dolor, de angustia, de emociones, de… DE AMOR.

Yo no confío demasiado en la creatividad de los que leemos mucho. Bueno, disculpen, reformulo. A veces me cuesta creer en mi propia creatividad. Siempre pienso que lo que se me ocurre ya se le debe haber ocurrido a alguien antes que a mí.

Cuando me invitaron a participar de este simposio, al preguntárseme el título de mi tema, dije “La poesía como un río de palabras”.

Ya casi viniendo hacia aquí (tuve meses para hacerlo, pero siempre termino escribiendo a las apuradas) recordé lo que había olvidado. Yo no había inventado nada.

Rivières d'Images et Fleuves de Mots (RIFM) es un proyecto educativo basado en explorar el río, cruzando la educación ambiental y la expresión artística. Está vinculado a Rivers Networks, entidad dedicada a la concienciación ambiental en las principales cuencas hidrográficas en Europa. El proyecto comenzó con el río Elba. Luego se extendió al Loire (el Loira) y ha encontrado eco en España, en Australia, incluyendo la clase aborigen y más recientemente en Tailandia. Y fue precisamente en Australia, en Melbourne, donde hablábamos del uso de la naturaleza para desarrollar la educación.

Y así como el río, los ríos, todos los ríos que indefectiblemente van al mar, la palabra, las palabras, todas las palabras fluyen hacia un océano inmenso: el de la comunicación.

Y la poesía, como aquel navío ebrio del transgresor Rimbaud, navega cargada de palabras, envuelta en la palabra y sobre la palabra. Y la palabra se hace río, se vuelve río, se crece río. Un río singular, un río de tres orillas, como éste que nos ha convocado hoy.


La foto corresponde al Calvú leovú (arroyo/río azul), en la ciudad de Azul, Pcia. de Buenos Aires. Argentina

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