No, no es una receta de cocina. Hoy (02/06/2013), a eso de
las 11 de la mañana, llegaba al semáforo (en verde) de Artigas y Venezuela. De
repente, una piara (manada de chanchos, cerdos, porcinos) incluyendo el
chancho, la chancha y un montón de chanchitos, decidió cruzar Artigas sin mirar
el semáforo, obvio. Los grandes pasaron de una, salvo un lechón, pequeño
desmamante que, falto de experiencia en eso de andar cruzando avenidas a esa
hora del día y en tal lado, se ve que se estresó y se achanchó, es decir, se
quedó casi quieto delante de una moto que, como casi toda moto, iba conducida, no
por
un lechón, pero sí, evidentemente, por uno también falto de experiencia en
eso de andar cruzando avenidas a esa hora del día, quien, con total impericia,
en vez de sortear al lechoncito, apretó los frenos y se lo comió, bueno, se lo
llevó por delante. Mejor dicho, por encima. Lo arrolló, anticipando lo que bien
podría haber sido su destino final ineludible. Yo, por suerte, más confiado en
el volante que en el freno, los eludí a los tres (lechón, moto y destino). El
de atrás confió en los frenos y se dio contra la moto, y el de atrás del de
atrás, con el de atrás… y no sé más porque, no habiendo heridos, salvo el pobre
lechón de destino ineludible (aunque a decir verdad, me parece que zafó, al
menos por el momento, de la consecuencia de haber sido arrollado), seguí mi
rumbo (o mi destino, qué sé yo).
¿Te parece lógico que en el cruce de dos avenidas tan
transitadas, en un horario de tanto tráfico, pueda cruzar alegremente una piara
o una manada de lo que sea?
Después llegué a Madame Lynch y Autopista y me encontré con
un montón de motos. Pensé lo miso.
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