LA
POESÍA COMO UN RÍO DE PALABRAS.
©Oscar
Boubée.
Exposición
realizada el 08/08/2013 en el “4º Simposio Internacional de Humanidades”
Universidad
del Norte – Asunción - Paraguay

En
palabras que dejan de ser lo que eran para ser lo que quieran.
Palabras
en libertad, liberadas de significados y significantes predeterminados para
volar en la significación de mucho más que la cosa referida, confundiéndose, no
por polisemia, sino como metales unidos en una nueva identidad.
La
poesía es el altar de la palabra.
En
la poesía, la palabra hiere, mata, cura… Es bálsamo y veneno, caricia o espada…
Dicen
que la poesía más antigua que se ha encontrado es de unos 4.000 años atrás.
Parece que fue encontrada en Nippur, junto a unos documentos legales.
Cierta
vez, en uno de mis escritos en los que he lucubrado respecto del origen de la
palabra escrita, decía que la grafía, la necesidad de plasmar lo más
indeleblemente posible algo, había surgido como una necesidad para determinar
las propiedades, enumerar las cosas, identificar a sus dueños, establecer los
dominios, perpetuar la pertenencia.
Es
muy probable, y digo probable porque la certeza es ajena a nuestra condición
humana y, paradójicamente, su búsqueda es la que hace a nuestra humanidad, es
muy probable, digo, que junto a los que valoraban las cosas materiales y su
posesión por sobre todas las cosas, hubo, parece haber habido, cabe suponerse
que así haya sido, quienes querían dar más que materialidades. O reclamarlas.
Demandarlas. Pedirlas.
Esa
poesía encontrada en 1880 en Nippur (la región que hoy ocupa Irak), datada en
unos 4000 años, está expuesta en el Museo del Antiguo Oriente, dentro del Museo
Arqueológico de Estambul, dice:
(Cita)
“Novio mío, próximo a mi corazón, grandiosa es tu belleza. Me has cautivado,
déjame presentarme temblorosa ante ti. Novio mío, seré llevada al dormitorio.
Novio mío, has obtenido placer de mí. Cuéntale a mi madre, que te dará
delicias; también a mi padre, que te dará obsequios.” (Fin de la cita)
Agrego:
Hoy nadie diría que le cuenten ni a la madre ni al padre, claro. Estos se darán
cuenta al ver una persona más a desayunar.
Otra
civilización que ha estado siempre vinculada a los orígenes de la artes, es la
Egipcia. De ella rescatamos esta exquisita muestra de poesía cuya vigencia,
estilística y conceptual, asombra.
(Cita)
¿Se
puede querer...sin ver?
¿Se
puede querer...sin oler?
¿Se
puede ver...sin saber?
¿Se
puede vivir...sin sentir?
Hasta
la locura te puedo querer...
Entonces...sin
ver, ni oler, sin saber sin sentir... ¿no es eso querer?
Te
puedo sentir...sin saber
Te
puedo tocar...y vibrar
Te
puedo cantar...en soledad
Te
puedo amar...como al mar y llorar
Entones...cantar
al mar en soledad y vibrar
¿No
es eso amar?
(Fin
de la cita)
Con
el mayor de los respetos por los traductores presentes, sabemos que al pasar de
una lengua a otra, también se convierten, se mudan, se explican y se
interpretan las palabras, los textos (y la RAE, así lo afirma en sus acepciones
de la entrada traducir).
Y
de las antiguas tabletas de la antigua Nippur (sí, ya había tablets, pero de
cerámica) o de los papiros que soportaban la poesía egipcia en jeroglíficos, los
emoticones de entonces, a la palabra escrita en nuestro castellano de hoy, cabe
suponerse que se han producido adecuaciones. Pese a ello, sabemos que, desde
los más remotos tiempos y en las más disímiles culturas, desde sumerios,
egipcios, hindúes, celtas, hebreos, chinos, griegos, romanos, hasta los
mapuches de Chile y los habitantes de Tenochtitlan o la más tierna quinceañera
de hoy en cualquier lugar del mundo, la palabra “corazón”, por ejemplo, además
de identificar al órgano encargado de bombear la sangre, ha pasado a ser el
lugar en el que reinan las emociones, los sentimientos, incluso el alma, según
Platón (aunque éste dividía una inmortal, que ubicaba en la cabeza, y otra
mortal que, sí, radicaba en el corazón) o Aristóteles (quien sí ubicaba el alma
en el corazón), o el gran pensador francés del siglo XVII, Blaise Pascal, quien
dijo la remanida frase usada en cada San Valentín “el corazón tiene razones que
la razón no conoce”.
Como
vemos, el corazón no es el corazón al que se referiría un cardiocirujano. Pero
es la misma palabra. Corazón. Igual y distinta.
Y
cuando el poeta egipcio dice “Hasta la locura te puedo querer...”, no está
exponiendo su amor al estudio de un sicoterapeuta o a un siquiatra. No es la locura
científica. Es la locura del amor. La locura, no es la locura. Es la misma
palabra. Igual y distinta.
Y
como decíamos al principio, como el río de Heráclito, la palabra muta.
Pero…
¿Qué es la poesía, más allá del concepto poético usado al decir que es el altar
de la palabra?
Platón,
utilizó la palabra griega ποίησις, correspondiente a «poesía», y en ella abarcaba
el concepto actual de literatura.
Para
algunos academicistas, es el arte del
lenguaje cuyo fin inmediato es expresar o sugerir por medio de la palabra, el
ritmo, la armonía y la imagen…
Para
otros, es el arte de evocar y sugerir sensaciones, emociones e ideas por medio
de la palabra, sujeta a ritmo, medida y cadencia, en especial cuando estos
toman la forma regular del verso.
En
este contexto, y atendiendo a la íntima relación entre lo fónico y lo semántico,
entre el sonido y el sentido de las palabras, comenzaríamos a transitar un
camino repleto de sílabas tónicas y
átonas, sinalefas, hiatos, sinéresis, diéresis, anáforas, aliteraciones,
rimas asonantes o consonantes y sus muy variadas combinaciones: rima gemela,
rima cruzada, rima encadenada, rima abrazada, rima interna, etc. etc. Y ese
camino, nos llevaría a los intrincados laberintos en los que se han extraviado
innumerables voluntades de poetas inéditos.
Porque,
la poesía, es mucho más que palabras, oraciones y rimas. Y, acá, se me hace
imposible eludir esa poética definición que, estoy seguro, a muchos les viene
surgiendo en la mente al decir ¿Qué es poesía?
¿Qué
es poesía?, dices mientras clavas
En
mi pupila tu pupila azul.
¡Qué
es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía
eres tú.
(Gustavo
Adolfo Becquer).
Tengo
cierto pudor al ocupar este lugar ante tantos eruditos de la literatura, y
especial responsabilidad ante los estudiantes que puedan haber venido esperando
encontrar un análisis serio de la poesía. Son pocas las cosas que he hecho en
serio en la vida. Y, en cierta medida, a eso responde el haber aceptado esta
inmerecida oportunidad de hablar ante ustedes: Invitarles a ser cómplices de mi
propuesta.
Quizás
porque mi infancia haya crecido junto a un bello río (pequeño río o gran
arroyo, vaya a saberse) en el que nos bañábamos, jugábamos, nos divertíamos y,
ya en la adolescencia, mirábamos desde la costanera acompañados de quien
usufructuaba nuestro apasionado corazón e inspiraba nuestros poemas, el río y
la poesía tienen, para mí, una suerte de connotación lúdica, de divertimento,
aún cuando las primeras poesías (¡Cuándo no! ¡Desde luego!) estaban impregnadas
de dolor, de angustia, de emociones, de… DE AMOR.
Yo
no confío demasiado en la creatividad de los que leemos mucho. Bueno,
disculpen, reformulo. A veces me cuesta creer en mi propia creatividad. Siempre
pienso que lo que se me ocurre ya se le debe haber ocurrido a alguien antes que
a mí.
Cuando
me invitaron a participar de este simposio, al preguntárseme el título de mi
tema, dije “La poesía como un río de palabras”.
Ya
casi viniendo hacia aquí (tuve meses para hacerlo, pero siempre termino
escribiendo a las apuradas) recordé lo que había olvidado. Yo no había
inventado nada.
Rivières
d'Images et Fleuves de Mots (RIFM) es un proyecto educativo basado en explorar
el río, cruzando la educación ambiental y la expresión artística. Está
vinculado a Rivers Networks, entidad dedicada a la concienciación ambiental en
las principales cuencas hidrográficas en Europa. El proyecto comenzó con el río
Elba. Luego se extendió al Loire (el Loira) y ha encontrado eco en España, en
Australia, incluyendo la clase aborigen y más recientemente en Tailandia. Y fue
precisamente en Australia, en Melbourne, donde hablábamos del uso de la
naturaleza para desarrollar la educación.
Y
así como el río, los ríos, todos los ríos que indefectiblemente van al mar, la
palabra, las palabras, todas las palabras fluyen hacia un océano inmenso: el de
la comunicación.
Y
la poesía, como aquel navío ebrio del transgresor Rimbaud, navega cargada de
palabras, envuelta en la palabra y sobre la palabra. Y la palabra se hace río,
se vuelve río, se crece río. Un río singular, un río de tres orillas, como éste
que nos ha convocado hoy.
La foto corresponde al Calvú leovú (arroyo/río azul), en la ciudad de Azul, Pcia. de Buenos Aires. Argentina